sábado, 31 de marzo de 2018

Cuento del alzheimer


"UNA VIDA OLVIDADA"

Esta es la historia de una mujer con alzhéimer que ha muerto hace muy poco tiempo, esta es la historia de mi querida abuela.
   Mi abuela siempre había sido muy cariñosa conmigo y cuidada de mí mientras mis padres trabajaban. Ella me daba de comer, me bajaba al parque, incluso algunos días me iba a buscar al colegio. Era la niña de sus ojos y nunca me negaba ningún capricho.
   Pero esos días de alegría junto a mi abuela duraron poco. Aún siendo yo muy pequeña mi abuela tuvo que ir al médico porque se encontraba mal. Mis padres me dijeron que tenía depresión y como yo no entendía qué significaba eso me explicaron que estaba triste y que había que ayudarla mucho.
   Yo seguía yendo a casa de mis abuelos porque el médico nos aconsejó que era bueno para ella que siguiese cuidándome, pero ya no me dejaban sola con ella. Cuando bajaba a comprar al supermercado con mis abuelos, mi abuelo me dejaba al cuidado de mi abuela y yo la cogía de la mano y no la soltaba hasta que él llegaba aunque mi abuela se quisiese ir.
   Había veces que haciendo la comida se le olvidaba que tenía el fuego puesto y se quemaba, otras veces no sabía dónde había dejado las cosas y al final se ponía muy triste porque decía que se le olvidaban las cosas y que no sabía que le pasaba.
   Nosotros íbamos a su casa a ayudarla y quitábamos importancia a las cosas que le pasaban para que ella estuviese bien, pero iba empeorando tan rápidamente que al poco tiempo no se acordaba de que habíamos ido a verla o nos confundía con mis primos y mis tíos.
   Cuando estaba con ella me repetía las mismas cosas constantemente y aunque yo intentaba distraerla jugando a las cartas, que era una cosa que le gustaba muchísimo aunque también se la estaba olvidando, no conseguía que continuamente me volviese a pedir lo mismo. Y ahora después del tiempo que ha pasado me arrepiento de haberme enfadado con ella al pensar que las cosas las hacia a propósito. No podía entender cómo mi abuela, que hasta ese momento me había cuidado como cuidaban las demás abuelas a sus nietos, necesitaba que ahora fuera yo la que cuidara de ella.
   Yo seguía necesitando a mi abuela y ya no la tendría nunca más. Una de las personas más importantes de mi vida y que más me quería, en poco tiempo ya prácticamente no se acordaba de mí. Yo quería otra vez a mi abuela, la que me había estado cuidando y queriendo durante una de las épocas más felices de mi vida. La que me llevaba al parque y jugaba conmigo.
   Mis padres me dijeron entonces que era el momento de que todo cambiase y que ahora era mi turno de cuidar todo lo que pudiese a mi abuela y darle el cariño que ella se merecía.
   Cuando pensábamos que ya estábamos en lo peor todo se puso más difícil. Mi abuela ya no podía estar ni un momento sola. Casi no se acordaba de comer, le teníamos que dar la comida nosotros como había estado haciendo ella conmigo hasta hacía muy poco, y por las noches tampoco conseguía dormir.
   Llegó un momento en que mi abuelo se reunió con mi madre y mis tíos y decidieron ingresarla en una residencia. Íbamos a acompañarla y a pasear por los jardines de la residencia pero siempre agarrada de nosotros porque se la estaba olvidando cómo tenía que andar. Mi madre la agarraba desde atrás y con sus pies empujaba los de mi abuela para que pudiese dar el paso. Pero hasta eso nos duró poco ya que enseguida tuvo que ir en silla de ruedas. Alex, mi hermano pequeño, que nunca llegó a conocer a mi abuela estando bien, llevaba la silla pero yo le tenía que dirigir porque solo tenía tres años y no llegaba a ver por donde iba y chocaba con la silla por todos los lados.
   Cuando estábamos con ella le contábamos lo que habíamos hecho en el cole, y mi madre como nos habíamos portado. Ella ya no podía hablar, pero yo constantemente la hacía preguntas para intentar que me respondiese. Era imposible, no he vuelvo a oír su voz nunca más. Solo quería oírla hablar una última vez aunque fuera para reñirme pero no, nunca lo conseguí. Solo me miraba con unos ojos tan tristes como no había visto nunca antes y que jamás olvidaré.
   Me entraban ganas de zarandearla y decirle que ya estaba bien, que dejase de hacer esas tonterías y que me hablase y se riese y volviese a pasear al parque, corriendo detrás de mí por miedo a que me cayese. Solo quería estar en la cocina con ella y que me contara historias mientras hacíamos esas croquetas tan  ricas como  solo las  sabía  hacer ella.        ¿ Donde estaba la abuela que se echaba en la cama conmigo para que me durmiera?.
Espabila de una vez y vámonos de este sitio horrible donde solo hay gente mayor, nadie tan joven como tú, y volvemos a casa, que es tu sitio.
   Como estaba siendo ya habitual la situación otra vez empeoró y mi abuela ya no conseguía tragar la comida. Así que ingresó en el hospital muy enferma,  tan enferma que nos dijeron que se iba a morir, pero al final le pusieron una sonda por donde la daban de comer y otra vez volvió a vivir su particular infierno.
   Los siguientes meses no ha tenido más que recaídas, y ha pasado largas temporadas en la cama con el oxigeno puesto mientras yo hacía lo único que sabía que a mi abuela le encantaba, que era contarle cuentos y darle muchos besos.
   Aunque la gente me decía que ella ya no se daba cuenta de nada, yo quería pensar que en el fondo, a mi abuela le encantaba que estuviésemos con ella y le diésemos todo el cariño posible. Un pequeño alivio dentro del horror que estaba viviendo. Es imposible que no se diera cuenta de que las personas que ella más quería estaban a su lado. No sería justo.
   Pero todo tiene su final como en los cuentos. El pasado diciembre mi abuela dijo “basta”. Creo que cansada ya de tanto sufrimiento, de tanto luchar para nada  y nos ha dejado para siempre. A lo mejor para volver a recordar todo lo olvidado allá donde se encuentre. Tal vez para cuidar de mí desde el cielo como hacía antes de que esta maldita enfermedad nos la quitase antes de tiempo.  Después de habernos despedido tantas veces de ella, esta vez se ha ido sin un adiós, sin avisar, como decía mi abuela sin dar guerra ni molestar.
   Solo lamento una cosa, y es no haberle dicho todas las veces que debía “te quiero”, ni haberle dado todos los besos que ella se merecía. Pero una cosa sí que tengo clara:
YO NUNCA TE OLVIDARÉ.

Fin




No hay comentarios:

Publicar un comentario