"UNA VIDA OLVIDADA"
Esta es la
historia de una mujer con alzhéimer que ha muerto hace muy poco tiempo, esta es
la historia de mi querida abuela.
Mi abuela
siempre había sido muy cariñosa conmigo y cuidada de mí mientras mis padres
trabajaban. Ella me daba de comer, me bajaba al parque, incluso algunos días me
iba a buscar al colegio. Era la niña de sus ojos y nunca me negaba ningún
capricho.
Pero esos días
de alegría junto a mi abuela duraron poco. Aún siendo yo muy pequeña mi abuela
tuvo que ir al médico porque se encontraba mal. Mis padres me dijeron que tenía
depresión y como yo no entendía qué significaba eso me explicaron que estaba
triste y que había que ayudarla mucho.
Yo seguía yendo
a casa de mis abuelos porque el médico nos aconsejó que era bueno para ella que
siguiese cuidándome, pero ya no me dejaban sola con ella. Cuando bajaba a
comprar al supermercado con mis abuelos, mi abuelo me dejaba al cuidado de mi
abuela y yo la cogía de la mano y no la soltaba hasta que él llegaba aunque mi
abuela se quisiese ir.
Había veces que haciendo la comida se le
olvidaba que tenía el fuego puesto y se quemaba,
otras veces no sabía dónde había dejado las cosas y al final se ponía muy
triste porque decía que se le olvidaban las cosas y que no sabía que le pasaba.
Nosotros íbamos
a su casa a ayudarla y quitábamos importancia a las cosas que le pasaban para
que ella estuviese bien, pero iba empeorando tan rápidamente que al poco tiempo
no se acordaba de que habíamos ido a verla o nos confundía con mis primos y mis
tíos.
Cuando estaba
con ella me repetía las mismas cosas constantemente y aunque yo intentaba
distraerla jugando a las cartas, que era una cosa que le gustaba muchísimo
aunque también se la estaba olvidando, no conseguía que continuamente me
volviese a pedir lo mismo. Y ahora después del tiempo que ha pasado me
arrepiento de haberme enfadado con ella al pensar que las cosas las hacia a
propósito. No podía entender cómo mi abuela, que hasta ese momento me había
cuidado como cuidaban las demás abuelas a sus nietos, necesitaba que ahora
fuera yo la que cuidara de ella.
Yo seguía necesitando a mi abuela y ya no la
tendría nunca más. Una de las personas más importantes de mi vida y que más me
quería, en poco tiempo ya prácticamente no se acordaba de mí. Yo quería otra
vez a mi abuela, la que me había estado cuidando y queriendo durante una de las
épocas más felices de mi vida. La que me llevaba al parque y jugaba conmigo.
Mis padres me
dijeron entonces que era el momento de que todo cambiase y que ahora era mi
turno de cuidar todo lo que pudiese a mi abuela y darle el cariño que ella se
merecía.
Cuando pensábamos
que ya estábamos en lo peor todo se puso más difícil. Mi abuela ya no podía
estar ni un momento sola. Casi no se acordaba de comer, le teníamos que dar la
comida nosotros como había estado haciendo ella conmigo hasta hacía muy poco, y
por las noches tampoco conseguía dormir.
Llegó un momento
en que mi abuelo se reunió con mi madre y mis tíos y decidieron ingresarla en
una residencia. Íbamos a acompañarla y a pasear por los jardines de la
residencia pero siempre agarrada de nosotros porque se la estaba olvidando cómo
tenía que andar. Mi madre la agarraba desde atrás y con sus pies empujaba los
de mi abuela para que pudiese dar el paso. Pero hasta eso nos duró poco ya que
enseguida tuvo que ir en silla de ruedas. Alex, mi hermano pequeño, que nunca
llegó a conocer a mi abuela estando bien, llevaba la silla pero yo le tenía que
dirigir porque solo tenía tres años y no llegaba a ver por donde iba y chocaba
con la silla por todos los lados.
Cuando estábamos
con ella le contábamos lo que habíamos hecho en el cole, y mi madre como nos
habíamos portado. Ella ya no podía hablar, pero yo constantemente la hacía
preguntas para intentar que me respondiese. Era imposible, no he vuelvo a oír
su voz nunca más. Solo quería oírla hablar una última vez aunque fuera para
reñirme pero no, nunca lo conseguí. Solo me miraba con unos ojos tan tristes
como no había visto nunca antes y que jamás olvidaré.
Me entraban
ganas de zarandearla y decirle que ya estaba bien, que dejase de hacer esas
tonterías y que me hablase y se riese y volviese a pasear al parque, corriendo
detrás de mí por miedo a que me cayese. Solo quería estar en la cocina con ella
y que me contara historias mientras hacíamos esas croquetas tan ricas como solo
las sabía hacer ella. ¿ Donde estaba la abuela que se echaba en la cama conmigo
para que me durmiera?.
Espabila de una
vez y vámonos de este sitio horrible donde solo hay gente mayor, nadie tan
joven como tú, y volvemos a casa, que es tu sitio.
Como estaba
siendo ya habitual la situación otra vez empeoró y mi abuela ya no conseguía tragar
la comida. Así que ingresó en el hospital muy enferma, tan enferma que nos dijeron que se iba a
morir, pero al final le pusieron una sonda por donde la daban de comer y otra
vez volvió a vivir su particular infierno.
Los siguientes
meses no ha tenido más que recaídas, y ha pasado largas temporadas en la cama
con el oxigeno puesto mientras yo hacía lo único que sabía que a mi abuela le
encantaba, que era contarle cuentos y darle muchos besos.
Aunque la gente me decía que ella ya no se
daba cuenta de nada, yo quería pensar que en el fondo, a mi abuela le encantaba
que estuviésemos con ella y le diésemos todo el cariño posible. Un pequeño
alivio dentro del horror que estaba viviendo. Es imposible que no se diera
cuenta de que las personas que ella más quería estaban a su lado. No sería
justo.
Pero todo tiene
su final como en los cuentos. El pasado diciembre mi abuela dijo “basta”. Creo
que cansada ya de tanto sufrimiento, de tanto luchar para nada y nos ha dejado para siempre. A lo mejor para
volver a recordar todo lo olvidado allá donde se encuentre. Tal vez para cuidar
de mí desde el cielo como hacía antes de que esta maldita enfermedad nos la
quitase antes de tiempo. Después de
habernos despedido tantas veces de ella, esta vez se ha ido sin un adiós, sin
avisar, como decía mi abuela sin dar guerra ni molestar.
Solo lamento una
cosa, y es no haberle dicho todas las veces que debía “te quiero”, ni haberle
dado todos los besos que ella se merecía. Pero una cosa sí que tengo clara:
YO NUNCA TE
OLVIDARÉ.
Fin
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